La historia de un sacerdote fenómeno de masas



Padre Ignacio – Pasión por curar es un libro que describe todo lo que hay alrededor de este cura que es sanador para unos y milagro para otros. El autor del trabajo cuenta cómo armó su historia. La nota original, en http://190.210.105.8/nota-5159-Actualidad-La-historia-de-un-sacerdote-fenomeno-de-masas.html

Padre Ignacio – Pasión por curar (Editorial Sudamericana) –escrito por el periodista Jorge Zicolillo- es un libro en el que se cuenta la historia de un sacerdote que llegó de Sri Lanka y se instaló en Rosario, donde hoy tiene cientos de seguidores, tanto de esa ciudad como del resto del país. A sus fieles se les suman creyentes de países limítrofes. Hay quienes dicen que es sanador; otros, lo definen como milagroso. En sus misas se juntan multitudes que esperan desde la madrugada para escucharlo, verlo y ser bendecidas por él. También están aquellos que asisten con turno previo.
La organización en torno del Padre Ignacio es impecable y en nada se parece al comercio que se genera con otros casos: el barrio Rucci, de Rosario, donde está su parroquia, no es el mundo de San Cayetano ni el de San Nicolás. El libro de Zicolillo describe no sólo eso, sino que cuenta quién es el Padre Ignacio. Poco afecto a las entrevistas, el periodista debió apelar a los testimonios; con ellos fue armando un trabajo que permite conocer algo más de un fenómeno que no deja de ser un misterio. De todo eso el autor habló con A24.com.

-¿Por qué elegió como personaje al Padre Ignacio?
-Mi especialidad es la política y, por tanto, siempre me han interesado los fenómenos sociales, provengan de donde provengan. Por eso conté la historia del Padre Mario Pantaleo y ahora la de Ignacio. Hombres que convocan a tanta cantidad de gente y que trabajan sobre las necesidades sociales merecen ser estudiados.

-Los temas religiosos dan para las críticas "duras". ¿Cómo justificaría ante quienes piensan que el del Padre Ignacio es un caso más, que no lo es?
-Soy agnóstico, y mi mirada sobre los “milagros”, como imaginarás, es bastante incrédula. Sin embargo, tampoco creo en ese cierto “totalitarismo” de la ciencia que manda al rincón de la superchería todo lo que ella no proclama. Cuando se sangraba a la gente para curarla, esa era la ciencia oficial; cuando se sentaba a los locos en una silla y se lo hacía girar para volverlos cuerdos, esa también era la ciencia oficial; yo no juzgo los poderes de Mario ni los de Ignacio, sólo digo: habiendo tantos testimonios de personas insospechadas de charlatanería, ¿no sería bueno observar y preguntarse si acaso no hay respuestas que la ciencia aún no ha podido darnos?

-¿Qué es lo que más le asombró de él?
-La enorme capacidad de adaptación a situaciones muy difíciles (no tener que comer, misionar en un país en el que no conoce la lengua y hacerlo en un ámbito hostil como eran en aquel momento el barrio Rucci y Parquefield), además, su enorme memoria.

-¿Qué pensaba de él antes de hacer el libro y qué piensa ahora, después de haberlo trabajado y, además, escribirlo?

-Cuando empecé a trabajar lo veía, simplemente, como un fenómeno social; no sabía nada del hombre ni del sacerdote. Hoy, pese a que nunca pude hablar con él personalmente (todo el trabajo fue de campo) creo que es un tipo culto, carismático (como me dijo el intendente de Rosario: “Si se dedicara a la política muchos nos quedaríamos sin trabajo”), complejo en el mejor sentido del término, y con una determinación a prueba de balas.

-¿Qué explicación le da al hecho de que muchas de las cosas que él dice, son ciertas? Me refiero a que sin conocer a algunas personas, brinda diagnósticos certeros, más allá de enfermedades, como puede ser el consejo de que alguien se case, que pierda miedo a algo determinado, etcétera?
-Como te dije, yo creo que es la ciencia la que debería explicar cómo alguien que no ha estudiado medicina puede diagnosticar con tamaña certeza. Me pasó con el Padre Mario, al que muchos médicos respetaban como a un igual. Ignacio ha hecho diagnósticos sorprendentes. Yo no sé cómo explicarlo, simplemente lo cuento.

-El del Padre Ignacio es un caso diferente al de muchos otros, pues él produjo hechos que son inexplicables, pero ciertos, concretos.
-A mí me dejó perplejo, entre otros, un caso en el que un paciente tenía una afección cardíaca y debía viajar a Buenos Aires para operarse. Ignacio lo vio y le dijo que era más preocupante el estado de sus pulmones. Cuando llegó a Buenos Aires los médicos lo confirmaron. A una periodista que me ayudó en la investigación le diagnostico un problema ovárico que ella ya conocía, pero no Ignacio. Como te dije, no puedo explicarlo, simplemente lo cuento.

-Algo que me sorprendió -y mucho- es que alrededor de su Iglesia, me refiero a las calles, no se armó el negocio que se arma en otros lados similares, como San Cayetano o, cerca de Rosario, en San Nicolás. ¿Por qué cree que pasa esto? ¿Qué significa, además, que pase esto?
-Tanto Ignacio como sus colaboradores cuidan con mucho celo que todo aquello no se transforme en un circo. Por eso, con excepción de algunos medios rosarinos en los que confía, no da entrevistas, ni recibe a la prensa. Una vez salió a cuestionar con dureza a través de una radio, el negocio que hacen quienes organizan viajes a la Natividad. Debo decir que me sorprendió la dureza con que lo hizo. Mirándolo políticamente, te diría que él sabe bien que le haría muy mal a su prestigio que su figura se mercantilizara.

-No suele dar notas: ¿le dieron algún argumento?
-Yo empecé el trabajo sabiendo que sería casi imposible entrevistarlo. Pero ese era el desafío, como el de los historiadores: reconstruir sucesos a partir de documentos o testimonios de terceros. La explicación que da su entorno es que quieren evitar el circo. Yo creo, además, que Ignacio debió haber tenido algunas experiencias poco amables con la prensa y eso lo volvió muy refractario.

-Por último: ¿quién cree que es el Padre Ignacio?
-Creo que es un tipo que está convencido de que es posible transformar ciertos aspectos de la realidad desde fuera de la política formal; algo similar a lo que pensaba Mario Pantaleo. Ambos miran a la función de la Iglesia desde un lugar “sesgado”, digámoslo así, respecto de la óptica que tiene la jerarquía. La opción por los pobres, que siempre se vinculó exclusivamente a los curas tercermundistas, también puede ser asumida por quienes, al menos desde las formas, no se encuadran dentro de aquella corriente.

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